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Hace algunos días te contamos sobre el proceso de cambio de marca que realizamos para nosotros mismos, de Social Media Lab a Ki. Para la agencia fue un proceso de meses. Todos estábamos entusiasmados y nerviosos sobre cómo nuestros clientes y amigos recibirían la noticia y la nueva marca. Los resultados han sido fabulosos. Nos llamó un Rector universitario para felicitarnos y decirnos que pensaba que era un gran nombre y un excelente logotipo. Nos escribieron amigos, clientes y ex clientes (ojalá regresen algún día a la que es su casa) para felicitarnos y desearnos lo mejor. Eso le contaba al equipo cuando surgió la pregunta o más bien una reflexión.

Marcela, nuestra Directora de Contenido dijo: “Valió la pena todo ese trabajo” a lo que nuestra Gerente de Cuentas contestó: “¿Cuánto nos habrá costado?”

¿Le das el valor qué tu marca merece?

Calculando el valor

En mi cabeza se hizo la luz y de inmediato abrí Excel y comencé a hacer números de horas invertidas (con la ayuda del software de manejo de proyectos que usamos en la oficina) Los números subían y subían… No daba crédito a lo que mis ojos estaban viendo. Cuando finalmente terminé hice la pregunta a la “audiencia” ¿Cuánto creen que nos costó?

Todos dieron cifras. Algunos estaban cerca y otros lejos… Viendo que el factor costo no lograba un consenso, pregunté, “¿Por cuánto venderían esta marca, más allá de que le hayan puesto sangre, sudor y lágrimas? o ¿Cuánto vale la marca? De nuevo el silencio… Pero la reflexión fue interesante y las respuestas aleccionadoras. En realidad, no importan las cifras. Lo que importa es que, si el trabajo fue bien hecho, como en este caso, el valor de la marca supera y con creces, el costo del desarrollo. Una buena marca impacta de maneras que no siempre son tangibles. O se ven de forma inmediata, pero que en el mediano y largo plazo traerán muchos beneficios, de posicionamiento, de top of mind y top of heart y esto en última instancia es música para mis oídos de emprendedor y empresario.

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